miércoles, 5 de diciembre de 2012

La gentrificación y la ciudad revanchista Entrevista con Neil Smith


ANDREJ HOLM
Autor del libro pionero The urban frontier (1996) y de incontables artículos en torno al fenómeno conocido como "gentrificación", Neil Smith es profesor en la City University de Nueva York (CUNY). La noción de "gentrificación" –neologismo derivado de la palabra inglesa gentry, aproximadamente "alta burguesía", "gente bien"– alude a los procesos de transformación de los barrios humildes o degradados en zonas de moda frecuentadas por personas acaudaladas. Esta entrevista fue realizada por el sociólogo Andrej Holm, a quien la Fiscalía alemana acusó de terrorismo y encarceló durante algún tiempo precisamente a raíz de sus investigaciones en torno a los procesos de gentrificación.

Fuente: Mieterecho / Policing Crowds (www.policing-crowds.org)
Llevas cerca de treinta años analizando distintos procesos de gentrificación. ¿Cómo describirías los principios generales de esta dinámica urbana?
La gentrificación tiene lugar en áreas urbanas en las que una desinversión previa en infraestructuras ha generado vecindarios cuya renovación puede resultar muy lucrativa. Inicialmente, la gentrificación afectaba a barrios obreros en declive, cercanos a los centros urbanos, que las clases media y media-alta colonizaban o recolonizaban provocando el desplazamiento y la expulsión de los antiguos residentes. El mecanismo central de la gentrificación es la "diferencia de renta": cuando los barrios sufren desinversión, baja la renta del suelo que puede extraerse en esa zona, y desciende, pues, los precios de compra y alquiler de inmuebles. A medida que continúa la desinversión, el abismo que separa la renta del suelo en esta zona de la renta del suelo que podría obtenerse en caso de remodelación, crece hasta el punto de que la reinversión comienza a ser rentable. Aunque esta diferencia de renta puede aparecer como fruto de la pura actuación del mercado (como sucede especialmente en Estados Unidos), las políticas públicas suelen resultar fundamentales, en la medida en que promueven o desalientan la desinversión y reinversión.

Naturalmente, sólo la gente más acaudalada puede permitirse acceder a la zona renovada. Así, junto con estos movimientos económicos, se producen transformaciones sociales y culturales que resultan en un nuevo tipo de tiendas, instalaciones y espacios públicos en el barrio.


Cada vez abundan más las intervenciones a pequeña escala en barrios desfavorecidos, supuestamente orientadas a restablecer la estabilidad social. Uno de los instrumentos de esta estrategia consiste en apoyar el establecimiento de artistas, diseñadores y otras profesiones creativas en la zona en cuestión, ofreciendo espacios comerciales provisionales en condiciones muy favorables. ¿Cómo encajan este tipo de estrategias en el contexto de la gentrificación?
Desde la década de los setenta, la gentrificación ha dejado de ser un proceso fragmentario y más o menos marginal dentro del mercado de vivienda para convertirse en una política sistemática y deliberada del desarrollo urbano a gran escala. La gentrificación se ha profundizado como estrategia global de construcción urbana que abarca no sólo el mercado residencial sino también los sectores de ocio, comercio, empleo y economía cultural. También se ha extendido geográficamente por todo el mundo, desplazando a cientos de miles de residentes pobres o de la clase trabajadora. En tanto que estrategia urbana generalizada, la gentrificación vincula los intereses de gestores urbanos, promotores y propietarios, e incorpora también a los empresarios y a las instituciones culturales y educativas que necesitan una fuerza de trabajo profesional. Es también el resultado paradójico, aunque natural, de las demandas medioambientalistas de una ciudad más densa… Ahora bien, estas estrategias a gran escala se engranan con iniciativas de carácter mucho más local. Los gestores de las ciudades de todo el mundo parecen haberse enamorado de la idea de la "ciudad creativa", e intentan atraer a la llamada "clase creativa" –artistas, intelectuales, gente del espectáculo, diseñadores, etc.– a los vecindarios en proceso de gentrificación. Probablemente la primera vez que se puso en marcha esta estrategia fue en el Lower East Side neoyorquino, donde a principios de los ochenta los propietarios que no eran capaces de alquilar sus locales comerciales los ofrecieron por un alquiler bajo a artistas, con un contrato de cinco años. Transcurrido ese tiempo, al no existir ningún control sobre los alquileres ni sobre el uso de los locales comerciales, y con el vecindario en pleno y veloz proceso de gentrificación, los propietarios comenzaron a exigir subidas de alquileres de un 400%, un 600% y hasta un 1.000% para renovar los contratos. Los artistas ya habían cumplido su labor como avanzadilla de la gentrificación y fueron ellos mismos desplazados.


En algunos barrios de Berlín, como Nord-Neukölln, hemos advertido una creciente afluencia de estudiantes, con el consiguiente aumento en el número de contratos de arrendamiento y subida de los alquileres. Sin embargo, en los debates sobre estas transformaciones, se descartó que hubiera una amenaza de gentrificación esgrimiendo la mala imagen del barrio, totalmente opuesto al estilo de vida de los gentrificadores. ¿Hay barrios demasiado malos para sufrir un proceso de gentrificación?
Los estudiantes suelen desempeñar un papel importante al abrir las primeras grietas en la coraza de barrios que la mayoría de profesionales no estarían dispuestos a colonizar. La cuestión de si un determinado barrio será o no objeto de gentrificación depende de la amplitud de la diferencia de renta y de las particularidades de la política local, pero también de otras muchas cuestiones locales o vecinales. Si la diferencia de renta es suficientemente profunda, no creo que haya ningún barrio "demasiado malo" para la gentrificación, aunque, por supuesto, no hay garantías de que un determinado barrio vaya a ser efectivamente gentrificado. Pensad en Harlem, en Nueva York, que en los sesenta y setenta era un símbolo internacional de decadencia urbana. Por supuesto, la situación era en buena parte producto del racismo: en 1980 el 97% de la población era afroamericana. Nadie creía que esa situación fuera a cambiar y, sin embargo, hoy está viviendo un proceso intensísimo de gentrificación. Profesionales afroamericanos, estudiantes, abogados, gays, yuppies blancos... todos se están mudando a Harlem, y los precios de la vivienda están disparados. La Universidad de Columbia planea un gran desarrollo universitario en la zona. Si Harlem puede ser gentrificado, no creo que haya ningún barrio inmune. Ahora bien, los barrios se gentrifican de maneras muy diversas. En algunos casos, el proceso es como un cataclismo, especialmente allí donde se cuenta con el respaldo de un poder público centralizado o con una implicación institucional a gran escala. En otros casos, el proceso es lento. Algunos barrios pasan enseguida a ser exclusivos –y excluyentes–, mientras que otros conservan cierta mezcla social durante largo tiempo. La distinta suerte que puede correr una zona depende de numerosos elementos tales como el tipo de propiedad de los inmuebles, la legislación y regulación vigentes, la estructura de clase y la cohesión social, la oposición vecinal, las iniciativas empresariales… Lo que une todas estas experiencias es el desplazamiento de clase en el vecindario y el grado mayor o menor de expulsiones (directas o indirectas) que acarrea.


Hay cierta controversia en torno a la correcta explicación de los procesos de gentrificación. Hay quien trata de analizarlos como un cambio en los estilos de vida, los patrones demográficos y las condiciones laborales (algo así como una explicación basada en la demanda). Tú siempre has argumentado a favor de una explicación económica, centrada en la oferta. ¿Cómo valoras hoy la relación entre estos dos tipos de explicación? En otras palabras, ¿la gentrificación es más un problema relacionado con los yuppies o con el mercado inmobiliario?
Uno de los eslóganes antigentrificación que se difundió en el Lower East Side en los ochenta era: "Muere, basura yuppie". Todavía conservo una camiseta con esta frase. Por supuesto, es un lema eficaz para asustar a los yuppies y, de hecho, la gentrificación de esta zona estuvo en stand by hasta que el ayuntamiento expulsó a los sin techo y a los manifestantes del parque de Tompkins Square. Sin embargo, "Muere, basura yuppie" no es un buen análisis de la gentrificación. Incluso los yuppies se enfrentan con un abanico bastante limitado de elección en el mercado residencial, aunque obviamente tienen muchas más opciones que los pobres. En cambio, los propietarios de capital embarcados en el proceso de gentrificar y desarrollar un barrio cuentan con una amplísima capacidad de elección a la hora de elegir qué barrios desean "consumir" y qué tipo de alojamiento e instalaciones quieren producir para que los demás consumamos. Hay una enorme asimetría entre el poder que tienen las grandes corporaciones capitalistas en el mercado y el "poder" de alguien que trata de alquilar un piso con un salario medio. Así que, si bien la cuestión de los patrones de consumo no es en absoluto irrelevante, sí es secundaria en comparación con el desmedido poder del capital.


¿Qué consecuencias tiene para las luchas vecinales el planteamiento de la gentrificación desde una perspectiva económica? ¿Cuáles son los conflictos centrales para las iniciativas antigentrificación y qué tipo de coaliciones y alianzas son posibles?
En la medida en que la gentrificación ha pasado a ser una estrategia urbana global, las luchas antigentrificación se ven obligadas a moverse en este contexto ampliado. Las estrategias locales son vitales y deben poner el acento en el desplazamiento, las expulsiones y la pérdida de servicios y empleos en los barrios. Pero las luchas también deben tener en mente la situación global. La gentrificación forma parte del proceso mismo de globalización: para construir una ciudad global es preciso atraer capitales y turistas, y para ello la gentrificación es una herramienta básica. Algunos activistas de barrio han tratado de unirse a gentrificadores de pequeña escala para luchar contra operaciones de remodelación urbana a gran escala, pero esto no deja de ser un proceso de gentrificación basado en ofrecer los barrios a la llamada "clase creativa". Lo mismo puede decirse de las "estrategias de regeneración urbana" que la Unión Europea promociona como núcleo central de sus políticas urbanas: "regeneración" se ha convertido en poco más que un sinónimo gentrificado de gentrificación. Creo que debemos empezar a pensar en términos de agrupaciones de arrendatarios y asociaciones vecinales. Los dos tipos de colectivos deberían asumir una creciente responsabilidad en la organización del alojamiento en los barrios, al tiempo que construyen localmente una posición de poder desde la que forzar una legislación pública antigentrificación: control de alquileres, legislación contra la expulsión de vecinos, más vivienda pública, etc. Pero además de esta organización local, los opositores a la gentrificación deberían trabajar codo con codo con los movimientos en favor de una justicia global. El alojamiento es una cuestión de justicia social y la gentrificación es parte de una estrategia más amplia de acumulación de capital a escala global. Muchos de los procesos actuales de gentrificación son diseñados, implementados y financiados por un capital internacional que toma sus decisiones a escala planetaria, no ya local. La conexión entre las luchas antigentrificación y los activistas del movimiento por una justicia social global puede acabar siendo extremadamente amenazante, como demuestra la respuesta histérica del Estado alemán, que acusó de terrorismo a siete personas, algunas dedicadas a investigar la gentrificación. La gentrificación se ha convertido en un medio de tomarse la revancha contra los sin techo y la clase trabajadora: la ciudad revanchista se venga contra aquellos a los que el capitalismo neoliberal ha convertido en víctimas.

Triball. El arte de la gentrificación
Madrid está siendo escenario de una de las operaciones de gentrificación más llamativas que se hayan visto nunca en España: TriBall –acrónimo de Triángulo Ballesta– es la marca bajo la que se publicita una iniciativa privada que pretende transformar por completo la zona enmarcada en el triángulo que forman las calles Fuencarral, Gran Vía y Corredera Baja de San Pablo.

TriBall nació en diciembre de 2006 como empresa, cuyo capital pertenece a la promotora inmobiliaria Rehabitar Gestión S.A., especializada en la compra y rehabilitación de edificios antiguos para venderlos como apartamentos de lujo, muchos de ellos en el barrio de Malasaña. La empresa ha impulsado la formación de una asociación de comerciantes (ACtriBall) "ávidos de aprovechar la cercanía de la zona comercial de Fuencarral para dar una vida nueva a esta zona", según cuenta Sandra, miembro del Patio Maravillas, un centro social del barrio muy activo en contra de la iniciativa de TriBall. En diciembre de 2007 se inauguró la primera tienda de moda en la degradada calle de la Ballesta, hasta el momento escenario habitual de trapicheos de yonquis y peleas de borrachos. La empresa ha comprado más de treinta locales –a los que se suman otros tantos, propiedad de miembros de la asociación– y los ha ofrecido a marcas de moda y diseñadores independientes a precios muy inferiores a los de mercado.

Pretenden así "ayudar a limpiar el agujero negro en el que se había convertido la zona", en palabras de Eduardo Moreno, administrador de la empresa, que asegura contar con el apoyo del Ayuntamiento. En efecto, el consistorio parece dispuesto a colaborar peatonalizando algunas de estas calles, instalando cámaras de videovigilancia e intensificando la presencia policial. Según Sandra, "dinamizar una zona para incrementar el valor del suelo requiere actuaciones que tengan como cómplices al vecindario y a la Administración, así que la asociación de comerciantes ha participado en las mesas de negociación del Área de Rehabilitación Integral Pez-Luna y ha conseguido, con el apoyo de dos asociaciones de vecinos, orientar las medidas institucionales en beneficio de su operación comercial, centralizando los recursos que estaban destinados a las mejoras del barrio".

Según informaba El País a principios de 2008, las inmobiliarias que gestionan la venta de pisos en la zona esperan una revalorización de entre un 20% y un 30% en el precio del metro cuadrado, uno de los más bajos del centro de Madrid.

Algunos vecinos se quejan de que, tras años de abandono por parte del Ayuntamiento, haya tenido que ser la iniciativa privada la que ponga manos a la obra, lo que, según Isabel Muñoz, de la Asamblea Ciudadana del Barrio Universidad (ACIBU), confirma el afán privatizador del consistorio. "Veremos en qué convierten el barrio, porque tampoco queremos que sea un lugar al que venga todo Madrid a consumir y se acabe con el pequeño comercio que queda y que es el que realmente sostiene al barrio".

Para Sandra, a pesar del disgusto de muchos residentes, es difícil presentar un frente de acción común, ya que "el barrio de Malasaña está fragmentado en sus intereses. La histórica lucha de los vecinos con la Administración para dar respuesta a las situaciones de exclusión y degradación, y el silencio que se ha obtenido como única respuesta, ha ido generando una situación de conflicto y desconfianza sobre la que ha sabido apoyarse la propuesta de TriBall. Hay asociaciones de comerciantes y vecinos así como muchos particulares que apoyan TriBall como uno de los principales promotores de la ‘limpieza del barrio, la expulsión de maleantes y la reactivación comercial’. Los más críticos con el proyecto están desarrollando acciones de denuncia de este proceso de gentrificación: desde una labor informativa que pretende mostrar la realidad del proceso, hasta la promoción de reuniones entre colectivos y asociaciones y la campaña ‘Somos un barrio, algo más que una marca’". Pero se enfrentan a un proyecto bien articulado con una potente campaña de marketing, que "se ha apropiado del discurso y los iconos de colectivos y movimientos sociales y ha buscado el apoyo de jóvenes artistas y diseñadores del propio barrio". Un buen ejemplo de esta estrategia ha sido la campaña "okupación creativa" –escrito con "k" y con el clásico logo del movimiento ocupa–, con la que se invitaba a artistas y diseñadores a ocupar durante un mes trece locales gestionados por TriBall.


¡Muere basura yuppie!
Aunque tanto activistas como investigadores coinciden en señalar que los principales frentes de resistencia ante un proceso de gentrificación se basan en un paciente trabajo de organización vecinal, asesoría y defensa jurídica de los arrendatarios más débiles y presión institucional, muchas veces estas reivindicaciones tiene un lado más provocador.

Nueva York, Lower East Side
Un hito en las largas luchas antigentrificación de esta zona de Manhattan, abandonada a su suerte durante años, fue la batalla de Tompkins Square Park, un parque en el que solían reunirse manifestantes antigentrificación, punkis y ocupas, y en el que numerosos sin techo dormían cada noche. El 6 de agosto de 1988, el intento municipal de cortar el acceso nocturno al parque resultó en una auténtica batalla campal que terminó de madrugada con la retirada de la policía. Según los vecinos, el Ayuntamiento trataba de domesticar la zona para facilitar el proceso rampante de gentrificación del barrio. "La gentrificación es lucha de clases" o "Muere basura yuppie" fueron algunos de los eslóganes coreados. Hasta el cierre definitivo del parque, en 1991, se sucedieron los altercados con la policía y los conciertos y actividades artístico-culturales, con apoyo de figuras como Allen Ginsberg o Joseph Beuys. A pesar de la implicación en la lucha antigentrificación de numerosos colectivos de activistas-artistas del barrio, parece ser que la activa vida cultural y el circuito alternativo de galerías de arte en ocupaciones y centros sociales allanó el terreno para la gentrificación total de la zona, cuya economía reposa desde entonces en una combinación de mercado inmobiliario e industria cultural.

Berlín, Kreuzberg y ribera del Spree
Desde finales de los ochenta, la privilegiada situación de Kreuzberg, barrio turco de Berlín y principal sede del movimiento ocupa de la ciudad, lo ha convertido en blanco de todo tipo de operaciones especulativas a las que los activistas y vecinos se han opuesto de muy diversas maneras: desde volcar cubos de basura y arrojar mierda dentro de los restaurantes más pijos a la hora de la cena hasta el vandalismo de coches y las pequeñas cargas explosivas reivindicadas por grupos como Klasse gegen Klasse. Recientemente, los activistas se han volcado en contra de la remodelación de la ribera del Spree, que denuncian como una privatización del espacio público de las orillas del río, armando auténticas batallas fluviales en las que hordas de activistas montados en barcas hinchables toman al abordaje barcos turísticos o desembarcan en las inauguraciones de locales de gente bien.
http://www.ms-versenken.org/

San Francisco, Mission District
A finales de los noventa, el boom de las punto.com produjo una oleada de gentrificación en San Francisco que llegó hasta el barrio de Mission, un vecindario obrero con gran mezcla étnica. La iniciativa "Mission Yuppie Eradication Project", puesta en marcha en 1998 por activistas del barrio, incluía algunos medios controvertidos que llamaron la atención de la prensa… y de la policía. Estos son algunos de los consejos difundidos a través de pósters en inglés, en castellano e incluso en tagalo, pegados por todo el barrio: "No consumas en establecimientos yuppies. Vandaliza sus coches (Mercedes, Lexus, Porsche, Jaguar, y cualquier otra marca que tu familia no se pueda permitir). Arrójales mierda a los yuppies que pasan en coche, especialmente si van hablando por el móvil. Si estás con tus amigos cerca de algún yuppie, difunde rumores acerca de la creciente inseguridad en el barrio…"

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